Dia de Ceuta a Barcelona
Avui hem celebrat el Dia de Ceuta a Barcelona. He tingut l'honor de pronunciar la conferència d'aquest acte que organitza la Casa de Ceuta. Ho vull compartir amb vosaltres, i per això us penjo el vídeo i la transcripció de la meva conferència. Moltes gràcies a tots i totes les que heu vingut!
INTRODUCCIÓ
Senyor regidor del districte de Sant Martí, (regidors i regidores), benvolgut president de la Casa de Ceuta a Barcelona… Molt bona tarda.
Fa alguns anys vaig obrir un blog a Internet. En ell, em defineixo com una caballa. Molta gent no ho entèn, però crec que avui, la majoria de vosaltres, sí que ho enteneu: caballa és com ens anomenen a la gent de Ceuta.
Tot i que l’actualitzo molt poc, sembla que alguns seguidors sí que dec tenir, perquè un bon dia el president de la Casa de Ceuta es va enterar que tenia una compatriota a Barcelona que anava escrivint articles sobre temes diversos.
Entre ells, un sobre la mort del Francesc Candel, l’autor d’Els altres catalans. Allà explicava que, quan era molt joveneta, vaig llegir Donde la ciudad cambia su nombre i Els altres catalans.
Llavors jo era una noia andalusa de Ceuta, i la meva família havia aterrat a Barcelona per buscar-se la vida. Jo era una de “les altres catalanes”.
Quan vaig llegir els seus llibres, m’hi vaig sentir molt identificada. Vaig pensar que si ell havia vingut a Catalunya i era del PSUC i es considerava català, jo també podia ser catalana, per què no?
I aquí em teniu, tants anys després, fent a Barcelona una conferència amb motiu del Dia de Ceuta i recordant aquell temps en què ser catalans i parlar català era per a molts de nosaltres un objectiu per assolir.
De hecho, y aún a riesgo de que se entere un diputado de Ceuta, debo explicar que el principal problema que tuvo la casa de Ceuta para encontrarme es que, como hablo el catalán sin problemas, mucha de la gente a la que preguntaron por mí ni tan siquiera sospechaba que yo fuese ceutí.
El caso es que aquí estoy, muy agradecida de poder compartir un rato con todos ustedes y hablar de cosas que seguramente muchos compartimos.
LLEGADA A BARCELONA
Llegué a Barcelona, como tantos, por la estación de Francia y con una maleta de madera. Tenía nueve años y llovía. De hecho, muy poco antes había caído la mítica nevada de 1962.
Me instalé con mi familia en el barrio de Gracia, y ahí empecé a ir a la escuela. Era de monjas, pero me enseñaron a hablar catalán aunque estaba prohibido.
De los primeros meses en Barcelona, recuerdo ir a ver la plaza de Catalunya. Acostumbrada al tamaño de Ceuta, me pareció inmensa. Seguramente era lo más grande que había visto hasta entonces.
RECUERDOS DE CEUTA
Ahora me pasa al revés. A Ceuta voy poco, y cuando voy me parece pequeñísima. La família que tengo ahí, cuando viene a Barcelona, disfruta, pero dicen que les agobia una ciudad tan grande.
Mi Ceuta, la Ceuta que yo recuerdo, es diferente a la de ahora. Seguramente es diferente a la que muchos podáis recordar, porque yo me crié un poco más arriba de Villa Jovita, en el arroyo del Renegao. En una casa que el tiempo ha borrado del mapa.
Para los que no conozcáis Ceuta, tendré que explicar que ahí tenemos buenas playas, pero también un monte, el monte Hacho. Que Ceuta es pequeña, pero muy completita.
De mi Ceuta recuerdo la Semana Santa, con sus desfiles de la Legión, y de la cabra. Entonces todo eso me gustaba. Vivíamos cerca de los soldados, hasta el punto de que la Abuela Ana les lavaba la ropa algunas veces.
Recuerdo también los baños en Playa Benítez. Entonces estaba intacta, y tan limpia que la abuela cogía almejas en la orilla del mar y se las zampaba crudas y vivas. A mí me daban asco, y prefería comer a escondidas cebollas del huerto con un trozo de pan. En eso también he cambiado, pero ahora no creo que sea prudente ir a buscar almejas a playa Benítez.
De mi Ceuta recuerdo también la Feria. Eso no ha cambiado tanto. Sigue siendo uno de los grandes momentos del año. Con sus pinchitos, sus volaores y su pescaíto frito.
BARCELONA
El caso es que algún soldado convenció a mi padre de que en Barcelona se haría rico y la familia se vino para acá, por etapas. Lo mismo que hacen tantos inmigrantes ahora: primero el padre y los hijos mayores, y si va bien, el resto.
Ahí se quedaron las almejas, las cebollas, los legionarios, los pinchitos y los volaores, el pescaíto frito y la Feria.
Pero descubrimos la plaza Catalunya y las fiestas de Gracia, donde pasábamos toda la tarde por el módico precio de una Coca-Cola. Y a las 10 de la noche, en casa para evitar broncas.
Más tarde nos acostumbramos a ir con mis hermanas al Centro Asturiano. Como yo era la menor, no me enteraba de nada. Quizás alguna de mis hermanas conocía a algún chico del norte.
Pero el caso es que yo acabé conociendo a otro chico, pero de Lleida. Trabajábamos en el mismo súper, también en Gracia, en la avenida Príncipe de Asturias. Acabó siendo mi marido, y con él tuve un hijo catalán.
Curiosamente, José y yo hablábamos en castellano, pero con Pep hablábamos en catalán. Y sin pensarlo.
CEUTA HOY
Vivir tantos años lejos de la ciudad donde naciste te hace tener una percepción rara cuando la vuelves a ver. Seguramente os pasará a a muchos.
Los que se quedaron en Ceuta han visto como la ciudad ha ido evolucionando poco a poco. Pero los que no hemos vivido el día a día allí vemos la ciudad a través de nuestros recuerdos, más que a través de nuestros ojos.
Cuando hoy veo las Murallas Reales tan restauradas, tan bonitas, no puedo evitar el recuerdo de aquellas murallas envejecidas por el paso del tiempo que vi de niña.
Al ver el Parque del Mediterráneo no puedo evitar preguntarme qué había ahí antes y por qué teníamos tanto espacio tan desaprovechado. Quizás porque antes, con las almejas de playa Benítez, teníamos suficiente distracción y no nos hacía falta demasiado más.
Al visitar el museo del Desnarigao, en el Monte Hacho, pienso en los tiempos remotos en los que el Estrecho era ya una zona estratégica importante. Y en las historias, algo más recientes, de la Guerra Civil. Pienso también en la suerte que es conocer lo que pasó solamente a través de las vitrinas de una exposición.
Iré terminando. Ya han pasado muchos años. Viví nueve en Ceuta i llevo más de cuarenta en Barcelona. No he dejado de ser ceutí, pero también me he hecho catalana. Será porque aquí me ha ido bien. Con alegrías y con penas, como todo el mundo, pero bien.
Siempre queda la duda de cómo nos habría ido si nos hubiéramos quedado en Ceuta. O de cómo estaríamos si hubiésemos ido a Alemania. A lo mejor yo ahora sería alemana y estaría haciendo el pregón de la Casa de Ceuta en Berlín, si es que hay casa de Ceuta en Berlín.
La Casa de Ceuta, querido presidente, hace un buen trabajo para agrupar a las caballas que estamos en Barcelona. Espero que, con el tiempo, sea también la casa de nuestros hijos y de nuestras hijas, que aunque son catalanes de pura cepa, conviene que recuerden de dónde vienen.
En Barcelona, concejal Narváez, muchos nos hemos encontrado muy a gusto, y consideramos que ésta es nuestra ciudad.
Probablemente, señor diputado, muchos no volveremos a vivir a Ceuta, porque tenemos la vida montada aquí y son ganas de cambiar otra vez.
Pero también tenemos muy claro que Barcelona no será perfecta hasta el día en que haya pinchitos y volaores y esté llena de gente como la gente de Ceuta.
Muchas gracias.